domingo, 27 de junio de 2010

"El componente sobrenatural en Macbeth ofreció a Shakespeare la oportunidad de introducir una pantomima mágica que mostrara que el rey Jacobo descendía del linaje de Banquo. Y, ya que estaba hablando de maravillas y milagros, añadió -en un punto en que no contribuía para nada a la acción- una breve cadencia sobre el poder del monarca para curar la escrófula:
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····························Sólo él sabe cómo le inspira el cielo;
····························a enfermos con males pasmosos,
····························hinchados, llagados, de angustioso aspecto,
····························desesperación de la medicina, los cura
····························colgándoles del cuello una medalla de oro
····························que les pone rezando. Se dice
····························que legará su virtud curativa
····························al linaje real que le suceda.
······································································(Macbeth, Acto IV, escena III)
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·····Ahora bien, un dato conocido probablemente por Shakespeare, gentilhombre de la cámara real, era que el monarca no creía en su poder para curar el mal del rey. Según Jacobo se trataba de una superstición romana, pero su aversión al supuesto milagro se debería, probablemente, a su repugnancia a tocar las úlceras abiertas de la gente corriente. En algunos casos, sin embargo, aparentó creer en su don sanador para no herir susceptibilidades. ¿Qué pretendía Shakespeare con todo esto? ¿Intentar que su rey se sintiese incómodo por aquella simulación? ¿Decirle que se lo tomara en serio? ¿Utilizar cualquier recurso disponible para un interludio convencional de adulación?"
Anthony Burgess: Shakespeare. Ediciones Península, Barcelona, 2006, págs. 188-189.

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