miércoles, 30 de junio de 2010

"Era una pena que el gusto del público no favoreciese ya la historia verdadera, por contraposición con los reyes y reinas de cuentos de hadas producidos con tanta facilidad por Beaumont y Fletcher. Y una pena que a él, Will, le faltaran tiempo y energía para estudiar el reinado de Enrique VIII y construir una obra de teatro a partir de sus lecturas. Bueno -pudo haber dicho Burbage-, no hacía falta que Will realizase todo el trabajo. 'Colabora. ¿Por qué no pruebas a ver cómo te va con uno de esos jóvenes, con John Fletcher, por ejemplo? Una obra sobre Enrique VIII que llegue, quizá, sólo hasta el nacimiento de Isabel, encajaría bien en el Globe. Cortejos, cañones, fanfarrias; una verdadera pieza a cielo abierto. Hemos estado poniendo demasiadas de esas obras intimistas en Blackfriars; ya es hora de que volvamos a abrir nuestros pulmones'.
·····Y así fue como se escribió la obra. No fue novelesca: presentaba al rey Enrique como podrían recordarlo los padres de algunos de los espectadores más ancianos. Lo mostraba como un hombre amable, pero capaz de furias demenciales. No entraba en las disputas sobre la validez de su divorcio, sobre la legitimidad de la hija de Ana Bolena o sobre la legalidad de la ruptura con Roma. Presentaba los hechos sin llegar a ninguna conclusión. El título de la obra en su estreno en el Globe fue Todo es verdad. Pero en aquella representación sólo se pudieron decir muy pocas verdades. La escena final del Acto I se desarrolla en la Sala del Trono del palacio de York. Ana Bolena hace su entrada con 'varias otras damas y caballeros'. Sir Henry Guilford les da la bienvenida en nombre de su Gracia, el Cardenal. Aparece el lord Chambelán junto con lord Sandys y sir Thomas Lovell. Luego entra el son de los oboes el cardenal Wolsey con gran acompañamiento de sirvientes. Comienza el banquete. Fuera de escena, el rey Enrique 'y otros, vestidos de máscaras, en trahe de pastores', se preparan para dar una sorpresa al cardenal presentándose en la fiesta sin haber sido invitados. Enrique verá a Ana y se enamorará rápidamente de ella. Pero, en el estreno, la acción no fue más allá del redoble del tambor, el sonido de las trompetas y las salvas de cañón para anunciar la llegada del grupo del rey. Las hilas para cebar el cañón prendieron fuego también en la techumbre de paja del teatro.
·····Así se cumplió, aquel verano de 1613, la profecía de Próspero y 'hasta el gran Globe' acabó destruido. La madera ardió con rapidez y un noble edificio se convirtió en una nada calcinada. 'Ved las ruinas del mundo', dijo Ben. Nadie resultó herido, aunque ardieron los bombachos de un hombre apagados enseguida con una 'jarra de cerveza'. Sin embargo, las pérdidas materiales sufridas por los Hombres del Rey debieron de ser descorazonadoras. Además del bello edificio se perdieron todos los trajes y propiedades, todos aquellos guiones de teatro. ¡Quién sabe qué obras del propio Shakespeare no publicadas en cuarto dejaron de incluirse en la edición en folio de 1623 por haber perecido con el Globe!"
Anthony Burgess: Shakespeare. Ediciones Península, Barcelona, 2006, págs. 213-214.

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