viernes, 11 de junio de 2010

"Resulta extraño que los baconianos asocien el diálogo de las obras de Shakespeare con un saber profundo y sutil. Los personajes shakespearianos, sobre todo en las obras de los periodos temprano y medio, no dejarán de parlotear (el término 'parloteo' es la palabra con que el propio Shakespeare designa las tiradas de los actores en Ricardo II) hasta tener la réplica de otro personaje. No hay aquí gran cosa del laconismo que hallamos, por ejemplo, en los Ensayos de Bacon. El contenido del diálogo se inspirará, quizá, en un saber libresco -menos, tal vez, por convencimiento de su auténtico valor cuanto por una visión comercial de lo que puede agradar a los bachilleres presentes entre el público-, pero será, probablemente, poco de fiar por lo que respecta al protocolo cortesano o en materia de viajes al extranjero. Habrá en él astucias de provinciano, cortesías cuidadosamente aprendidas, cierta tendencia a mostrarse proverbial y hasta clerical, pues el sermón de los domingos era un elemento del continuo del habla. En realidad, el diálogo dará una imagen de lo que era en esencia el poeta: un chico del campo decidido a derrotar a los refinados tipos de ciudad en su propio juego, pero, a menudo, demasiado impaciente para aprender a fondo todas las lecciones. Sin embargo, el hecho de que todavía exista la herejía baconiana demuestra que aprendió bastante. Si volviera de la tumba, Will estaría encantado de su existencia. Al fin y al cabo, lo suyo era aparentar."
Anthony Burgess: Shakespeare. Ediciones Península, Barcelona, 2006, pág. 36.

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