domingo, 13 de junio de 2010

"En realidad, los autores de tragedias isabelinas podían escribir las llamadas obras senequistas de tres maneras. Según la primera podían acudir directamente a los textos de Séneca e intentar transmitir su espíritu en idioma inglés. Era la fórmula de los aficionados que escribían para las Inns of Court. La segunda consistía en acudir al dramaturgo francés Garnier y aceptar su versión aguada del lenguaje de Séneca, considerada menos inquietante que la virulenta retórica del propio romano. Era una fórmula con pocas posibilidades de éxito tanto en los salones como en el teatro popular. Samuel Daniel se adelantó a Shakespeare escribiendo una tragedia titulada Cleopatra para deleite de los intelectuales agrupados en torno al conde de Pembroke. Es una obra insoportable, sobre todo si la abordamos inmediatamente después de volver a leer el Antonio y Cleopatra de Shakespeare, pues carece de gusto por el lenguaje, carencia no compensada por su acción, muy salpimentada. La tercera fórmula era la seguida por la mayoría de los dramaturgos populares: una imitación de la tradición italiana autodenominada 'senequista', pero que dejaba el escenario como un basurero de cadáveres, algunos descabezados, otros deslenguados y otros mutilados de brazos y piernas. Es la tradición que Shakespeare llevó hasta el límite en Tito Andrónico, donde hay violaciones, asesinatos, mutilaciones y, al final, canibalismo."
Anthony Burgess: Shakespeare. Ediciones Península, Barcelona, 2006, págs 73-74.

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