viernes, 11 de junio de 2010

"Si nos ponemos a pensar en el habla, nos daremos cuenta de que no es un utensilio exacto: está plagado de tropiezos y excusas por no haber encontrado la palabra correcta; hay que ayudarle con gruñidos animales y gesticulaciones que representan -estoy convencido de ello- el modo primordial de comunicación humana. Consideremos el lenguaje como una candileja de teatro parpadeante y veremos que el simple hecho de mantenerla encendida es ya bastante. Los cuentos, los chismorreos y los juegos de palabras pasan su vida en la penumbra y la literatura brota de ellos, no de la necesidad de narrar hechos o exponer un caso.
·····Shakespeare se nutrió del parloteo coloquial de una localidad rural, que, sin embargo, no era muy distinto del ruido social generado por Londres."
Anthony Burgess: Shakespeare. Ediciones Península, Barcelona, 2006. pág. 35.

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