Jan Kott: Shakespeare, nuestro contemporáneo. Alba Editorial, Barcelona, 2009, pág. 385.·····Gonzalo: ¡Calma, calma, buen amigo!
·····Contramaestre: Cuando el mar se calme. ¡Vamos! ¡Abajo! ¿Creéis que estas que aquí rugen respetarían a un rey? ¡Al camarote! ¡Callaos y dejadnos hacer!
·····Gonzalo: Está bien, pero recordad a quién lleváis a bordo.
·····Contramaestre: A nadie a quien yo aprecie más que a mí mismo. ¿No sois vos de la corte? Pues ordenad a los elementos que se callen y, si podéis, que haya paz inmediata, que nosotros no habremos de tocar jarcia alguna. ¡Ejerced vuestra autoridad! Si no podéis, dad gracias por haber vivido tanto tiempo.
(La tempestad, I, i)
Shakespeare es inagotable, no necesita justificación. Siempre he tenido ganas de tener un lugar donde anotar diversos aspectos sobre su tiempo, su biografía, su obra, lo que le ha seguido, bueno y malo. El estímulo inicial son las espléndidas palabras que el Marqués de Bradomín y Rubén Darío le dedican en "Luces de Bohemia", de Ramón María del Valle-Inclán. No me he podido resistir a compartirlas.
jueves, 22 de julio de 2010
"[...] una de las grandes tesis de Shakespeare: la violenta confrontación existente entre la naturaleza y el orden social. El rey viaja en la nave. Pero ¿qué puede hacer el poder real y su majestad contra la furia de los elementos? ¡Nada! Shakespeare repite la famosa invocación de Panurgo en el libro IV de Gargantúa y Pantagruel, pero con mayor contundencia y agudez:
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