martes, 6 de julio de 2010

"Empezamos nuestras reflexiones con aquella metáfora de la gran escalera de la historia. Leopold Jessner utilizó, precisamente, una escalera vacía para su puesta en escena de Ricardo III en el Schauspielhaus de Berlín. Esta metáfora tiene sus consecuencias filosóficas y también es fecunda desde el punto de vista teatral. No existen reyes buenos y malos, sólo reyes, cada uno en su peldaño de esa misma escalera; cambian sus nombres, pero siempre un Enrique echará abajo a un Ricardo, y viceversa. Las obras históricas de Shakespeare son dramatis personae del Gran Mecanismo. Pero ¿qué es ese Gran Mecanismo que empieza a los pies de la escalera y al que está sometido todo el reino? ¿Qué es ese mecanismo cuyas ruedas dentadas son los grandes señores y los asesinos a sueldo, que fuerza a la violencia, a la crueldad y a la traición, y que exige víctimas sin parar?¿ ¿Qué es ese mecanismo, cuyas leyes hacen que el camino hacia el poder conduzca al mismo tiempo a la muerte? Ese Gran Mecanismo es para Shakespeare el orden de la historia en la que el rey es el ungido de Dios.
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····················Ni toda el agua del áspero mar
····················puede quitar el óleo a un rey ungido.
····················El aliento de un mortal no puede deponer
····················al delegado elegido por Dios.
····························································(Ricardo III, III, ii)
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El Sol gira alrededor de la Tierra y, con él, en orden jerárquico, las esferas, los planetas y las estrellas. En el universo de los planetas y el coro de los ángeles tienen un orden, que tiene su reflejo en la Tierra, en la jerarquía social. Hay señores y vasallos, y vasallos de vasallos. El poder real dimana de Dios, que a su vez es la fuente de todo el poder en la Tierra."
Jan Kott: Shakespeare, nuestro contemporáneo. Alba Editorial, Barcelona, 2009, pág. 80.

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