jueves, 22 de julio de 2010

"Hay que saber interpretar esta obra como un drama sobre el hombre del Renacimiento y sobre la última generación de humanistas. Y sólo desde este punto de vista se puede interpretar La tempestad como la autobiografía filosófica de Shakespeare y la summa de su teatro. La tempestad sería así un drama sobre las ilusiones perdidas, sobre la amargura de la sabiduría y la fragilidad y persistencia de las esperanzas. En ella se presentan los grandes temas del Renacimiento: la utopía filosófica, los límites del conocimiento, la conquista del mundo físico, las amenazas al orden moral; la naturaleza, que es y no es, al mismo tiempo, la medida del hombre. Interpretada así, La tempestad nos descubre el mundo en el que Shakespeare vivió, el mundo de las grandes expediciones, de las tierras recién descubiertas y de las islas misteriosas, un mundo que sueña con la posibilidad de que los seres humanos sean capaces de elevarse en el aire como pájaros, un mundo en el que las máquinas permiten debelar las más poderosas fortalezas. Descubriremos una época revolucionaria para la astronomía, para la fundición de metales y la anatomía; una época en la que científicos, filósofos y artistas mantenían una comunidad de intereses; una época gloriosa para el saber, que por primera vez fue considerado universal; una época en la que la filosofía puso al descubierto la relatividad de todos los juicios humanos; una época en la que se construyeron, por orden de papas y príncipes, los más espléndidos monumentos arquitectónicos y se elaboraros horóscopos astrológicos; una época de guerras religiosas y hogueras inquisitoriales, en la que la civilización alcanzó cotas desconocidas hasta ese momento, a pesar de que las plagas diezmaban las ciudades; un mundo maravilloso, cruel y dramático, que mostró de repente la fuerza y la miseria del hombre; un mundo donde la naturaleza y la historia, el poder de los reyes y la moral fueron vaciados, por primera vez, de significado teológico."
Jan Kott: Shakespeare, nuestro contemporáneo. Alba Editorial, Barcelona, 2009, págs. 383-384.

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