jueves, 29 de julio de 2010

"Desde que se comenzó a adaptar la obra de Shakespeare al cine, la acción se hizo igualmente importante que la palabra. Todas las obras de Shakespeare son grandes espectáculos, en los que abunda el ruido de sables, los desfiles militares, los duelos, las fiestas, las grandes juergas o torneos, las bufonadas, los vientos y tormentas, el amor físico, la crueldad y el sufrimiento. Como la ópera china, el teatro isabelino fue concebido como un espectáculo para la vista. Todo lo que sucedía en él, sucedía de verdad. El espectador creía que sobre el escenario se desencadenada una tormenta, que el barco naufragaba, que el rey acompañado de su séquito salía de caza y un asesino a sueldo atravesaba con su espada al protagonista."
Jan Kott: Shakespeare, nuestro contemporáneo. Alba Editorial, Barcelona, 2009, pág. 438.

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