"El principal argumento que adujeron Brook y Olivier para justificar su puesta en escena de Tito era que, en esta obra, se hallaba, en bruto, el germen de todas las tragedias de Shakespeare. Sin duda el sufrimiento de Tito anticipa el infierno al que se va a tener que enfrentar el rey Lear. Si Lucio hubiera asistido a la Universidad de Wittenberg, en vez de ir al campo de los godos, seguro que habría vuelto convertido en Hamlet. Si Tamora, reina de los godos, hubiese echado un vistazo al interior de su alma se parecería mucho a lady Macbeth; Tamora no es consciente del asesinato, y Lavinia tampoco es consciente del sufrimiento que condujo a Ofelia a la locura. En una representación de Tito Andrónico -quizá más que en cualquier otra obra de Shakespeare- se logra entender hasta qué punto su genio consistió en dotar a las pasiones de una conciencia interior; así, consiguió que la crueldad dejase de ser sólo física. Shakespeare descubrió el infierno moral. Y también el cielo."
Jan Kott: Shakespeare, nuestro contemporáneo. Alba Editorial, Barcelona, 2009, pág. 436.
Shakespeare es inagotable, no necesita justificación. Siempre he tenido ganas de tener un lugar donde anotar diversos aspectos sobre su tiempo, su biografía, su obra, lo que le ha seguido, bueno y malo. El estímulo inicial son las espléndidas palabras que el Marqués de Bradomín y Rubén Darío le dedican en "Luces de Bohemia", de Ramón María del Valle-Inclán. No me he podido resistir a compartirlas.
jueves, 29 de julio de 2010
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